Desde el Comité Editorial

Resumen

Si tiene usted menos de 32 años y ha vivido la mayor parte o toda su vida en la Ciudad de México o sus cercanías, es casi seguro que nunca haya experimentado un sismo de la magnitud de aquellos dos que tan recientemente nos afectaron. Todos ahora, por desgracia, podemos compartir esos sentimientos de zozobra, inquietud y temor que tales movimientos generan en el ánimo de los afectados. Resulta por otro lado paradójico que el más intenso de los dos sismos haya ocurrido –sin que esto tuviera algún significado real– precisamente un 19 de septiembre, fecha en la que en 1985 se sintiera el más intenso y destructivo de los sismos que han sacudido a la Ciudad de México, y que incluso éste haya ocurrido pocas horas después del simulacro antisísmico destinado a conmemorar el sismo de 1985. Por otro lado, los movimientos ocurridos el pasado mes de septiembre nos han enseñado a distinguir entre lo que es la magnitud y la intensidad de un sismo; pues si bien el primero tuvo una magnitud mayor en su epicentro, sus efectos fueron prácticamente imperceptibles, en tanto que el segundo sismo, el ocurrido el 19 de septiembre, a pesar de tener una magnitud menor –por razones que les resultarán claras tras la lectura de lo que sobre este tema les preparamos–, en la Ciudad de México tuvo una mayor intensidad, pues ésta depende de la distancia al epicentro y la zona en donde se siente (suelo rocoso vs. lodoso).

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