Desde el Comité Editorial
Pobre México, tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos”; frase atribuida a don Porfirio Díaz, el gran presidente y estadista mexicano, y que refleja, hoy más que nunca, la relación que en lo político, militar y económico se ha tenido como consecuencia de las disparidades existentes entre ambas naciones en muchos aspectos a lo largo de su historia. La relación México-Estados Unidos en materia de ciencia, aunque menos brutal que en otras, por tratarse, en última instancia, de una relación entre individuos pensantes y con
cierto grado de idealismo, no ha sido, por desgracia, ninguna excepción. Es claro, sin embargo, que, dada la globalización imperante en todos los aspectos de nuestra vida y la influencia que la ciencia ha tenido en ella, la necesidad de una buena relación entre México y Estados Unidos se torna fundamental para su mutuo beneficio, máxime si ésta genera problemas potenciales de muy diversa índole a lo largo de una frontera que se antoja interminable e involucra flujos migratorios de nuestro país hacia el vecino allá en el norte, que, por su naturaleza termodinámicamente favorable, son y resultarán absolutamente imparables.
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