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ciencia

  Mensaje del presidente de la amc

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EUn nuevo comienzo
        ste año comienza una nueva era para la ciencia mexicana. Tendremos cam-
        bio en el Gobierno Federal, lo que conlleva en sí mismo implicaciones sig-
        nificativas, y tendremos una nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades,
 Tecnología e Innovación. El CONACyT, ahora con H, que ha jugado un papel
 preponderante en la ciencia mexicana desde 1970, dejará de existir.

     Este es un momento que invita a la reflexión sobre dónde estamos y hacia dón-
 de queremos ir: como país, como comunidad científica. Y para eso, es conveniente
 recordar de dónde venimos, y rememorar brevemente algunas de las aportaciones
 que la AMC ha hecho a nuestro país. La historia es larga y fascinante, y de ninguna
 manera pretendemos hacer un estudio exhaustivo.

     Este año la Academia cumplió 65 años, lo que celebró con una reunión en el
 Auditorio Alfonso Caso de la UNAM, en presencia del Rector de esa Máxima Casa
 de Estudios, Dr. Leonardo Lomelí Vanegas, del Rector General de la UAM, Dr.
 José Antonio De los Reyes Heredia y amplios sectores de la comunidad científica y
 académica nacional, así como autoridades educativas de la capital. En esa reunión
 se celebró también el ingreso de nuevos miembros a la AMC. El entusiasmo mos-
 trado entre los asistentes a esa celebración fue notable; en cierto sentido fue un
 re-encuentro, tan necesario después de años de distanciamiento, por la pandemia
 y más. Es evidente que como comunidad anhelamos tener mayor presencia y par-
 ticipación en la vida nacional, queremos contribuir más a tener un México mejor
 para todas y todos. Fue también una feliz coincidencia que ese encuentro fuera en
 el auditorio Alfonso Caso que, por muchos años y hasta finales de los 1970s, fue el
 auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

     La membresía y su historia, son las dos mayores riquezas de nuestra Academia:
 son ya 65 años de reunir a buena parte de las y los mejores científicos del país, en
 todas las áreas y en todas partes, desde Baja California y Sonora, hasta la península
 de Yucatán, construyendo puentes y edificios para servir a México.

     Las bases para tener una ciencia moderna en México se remontan a principios
 del siglo XX, y particularmente a la creación de la Escuela Nacional de Altos Estu-
 dios de la entonces Universidad Nacional de México, en 1910. De ésta surgieron,
 a finales de los años 30, las facultades de Ciencias y de Filosofía y Letras de la
 UNAM, génesis de múltiples institutos de investigación científica, tanto en cien-
 cias exactas y naturales, como en ciencias sociales y humanidades.

     En 1930, la ya existente Sociedad Científica “Antonio Alzate” fue designada
 como Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate”, y en 1935 el gobierno
 encabezado por Lázaro Cárdenas creó el Consejo Nacional de la Educación Supe-

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