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enero-marzo 2011

Mensaje del presidente de la amc

La relativa juventud del quehacer científico en el país deja en la comuni­dad un cierto sentimiento de inmortalidad del que sólo despertamos cuan­do alguno de los grandes, como nuestro recientemente fallecido miembro de la AMC, Friederich Katz (1927-2010), se nos va.
Evidentemente, la torre de marfil no nos aisla del paso del tiempo. Basta con revisar las estadísticas del Sistema Nacional de Investigadores (sni) para cons­tatar que la edad promedio de los miembros de nivel III aumenta aprecia-blemente cada año: ha pasado de los 59 años en 2004 a los 62 en 2009. Como todos sabemos, hay dos causas principales de este fenómeno: la carencia de un plan global de jubilación decorosa, y la falta crónica de plazas para investiga­dores. Estos aspectos no son independientes, pues la jubilación liberaría plazas, aunque un país que desea progresar debe contratar más investigadores que los que jubila.

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