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Ranas que silvan entre las piedras ■ ■■
■ Figura 2. Un macho de la rana del Pedregal (Eleutherodactylus grandis)
canta inflando de forma notable su saco vocal, el cual le ayuda a empujar
el aire que se transforma en un fuerte silbido en el interior de su laringe.
Foto de Miguel Ángel Sicilia.
mente desapercibida para la población humana que
habita en el derrame del Pedregal del Xitle, donde se
encuentran sus principales poblaciones.
Fue a finales de 1950, justo antes de que la man-
cha urbana de la ciudad creciera exponencialmente,
cuando se descubrió que la rana del Pedregal sola-
mente habita en la Ciudad de México y por lo tanto
se trata de una especie distinta a otras ranas de dedos
libres que habitan en el Eje Neovolcánico. Debido a
la expansión urbana, una gran parte de su hábitat se
transformó en calles y edificios, a tal grado que hoy
en día sólo se sabe de su presencia en pocas áreas
naturales protegidas del sur de la ciudad: la Reser-
va Ecológica del Pedregal de San Ángel, el Parque
Ecoguardas y el Parque Ecológico de la Ciudad de
México. Si consideramos que el volcán Xitle hizo
erupción hace aproximadamente 2 000 años —que
en tiempo evolutivo es apenas un pestañeo—, es po-
sible imaginar que la rana del Pedregal podría estar
presente en los pedregales de los otros siete volcanes
ubicados en el sur de la Ciudad de México. Aunque
no todos estos volcanes cumplen con los requisitos
para esta posibilidad, pues sabemos que la rana del
Pedregal prefiere vivir por debajo de los 2 800 me-
tros de altitud.
En el año 2021, al investigar más sobre la eco-
logía de la rana del Pedregal, pudimos confirmar
que estos anfibios cantan solamente a partir de los
últimos días de mayo y hasta mediados de agosto.
Desafortunadamente, es casi imposible observarla
Recuadro 1.
Recientemente, investigamos cuál es el área en que suele
desplazarse la rana del Pedregal y en qué meses es más
factible encontrarla. Junto con la estudiante de biología Floren-
cia Juárez, descubrimos que en observaciones realizadas en 20
noches sucesivas, las ranas se movieron menos de dos metros
de distancia en promedio, y que pueden pasar noches sucesi-
vas cantando en la misma roca; aunque en su mayoría, después
de dos o tres noches continuas, desaparecen sin que sepa-
mos dónde están.
fuera de los meses en que canta, pues es su sonido el
que delata su ubicación. Hemos corroborado que
la rana no habita en espacios del Pedregal donde el
suelo es quebradizo, como el de tepetate, lo cual tie-
ne bastante sentido considerando que si se mueven
y habitan entre piedras es importante que la roca sea
firme para que un rodamiento no las aplaste.
Además, es en los suelos con rocas grandes y fir-
mes donde crecen mejor los matorrales, cactus, aga-
ves y musgos, creando un microhábitat más propicio
para mantener la humedad y propiciar la presencia
de insectos de los que la rana puede alimentarse.
Lo más sorprendente que hemos observado sobre
la historia natural en varios años de investigación, es
que entre las muchas decenas de ranas del Pedregal
que hemos encontrado, sólo hemos detectado una
hembra. Y es que identificar el sexo en esta especie
puede ser un poco incierto. La única manera en que
podemos comprobar que la rana que atrapamos es
hembra, es cuando observamos que lleva huevos en
el interior de su cuerpo (véase la Figura 3). Es de-
cir, si encontramos una hembra que recientemente
depositó sus huevos en un nido, es probable que la
confundamos con un macho. Este mismo problema
se presenta en muchas de las otras 41 especies de este
género que se conocen en México, pues no en todas
las especies se conoce a las hembras, aunque se sabe
que suelen ser más largas que los machos por unos
cuantos milímetros.
octubre-diciembre 2024 ♦ volumen 75 número 4 ♦ ciencia 39